“Chickens come home to roost” (Los pollos regresan al gallinero a descansar) es un viejo refrán popular, que significa algo así como que todas aquellas acciones que ejercemos u omitimos en el pasado, regresan a nosotros tarde o temprano.

En noviembre de 1963, el por entonces imparable Malcom X caía en desgracia ante la opinión pública norteamericana utilizando la frase al ser consultado en una pauta de prensa respecto del asesinato de John Kennedy en Dallas. X, llevó la frase al extremo señalando que la violencia que el gobierno norteamericano ejercía en el sudeste asiático, en Latinoamérica y en los llamados ghettos pobres de la comunidad afroamericana en Estados Unidos, estaba regresando, como los pollos, a su lugar de origen. El líder afroamericano y, hasta ese día, vocero indisputado de la Nación del Islam, cerró diciendo: “Cuando era niño había un gallinero en mi casa, y cuando los pollos volvían a nuestro gallinero, y no al del vecino, jamás me ponía triste, al contrario, me alegraba. Respecto al asesinato de Kennedy, digo lo que dice la Biblia y el Corán. Es justicia”.

La semana recién pasada, la sección política de los medios se sacudió con una noticia que bien podría leerse utilizando la misma parábola popular avícola: Diversas encuestas y estudios de opinión establecieron que los niveles de negacionismo respecto de los horrores de la dictadura, la justificación del golpe de Estado, y el relativismo general respecto del tema han llegado, en el año de la conmemoración del quincuagésimo aniversario del golpe, a sus niveles más altos en al menos 25 años.

Respecto de lo anterior, la pregunta surge espontánea, ¿Qué esperábamos?

A 33 años del fin de la dictadura y comienzo del ciclo post-dictatorial, los pactos de impunidad de la Transición, la política permanente y sostenida de olvidar nuestro pasado, los innumerables ejercicios de despolitización y desmovilización popular, el clientelismo que alcanza niveles industriales y, a partir de mediados de los 2000, la disminución de las horas lectivas de Filosofía y otras asignaturas en cuyo ejercicio está la formación del Pensamiento Crítico, nos han llevado a un punto en el que la comunidad no cuenta con las herramientas para construir un relato colectivo con foco en el respeto a los Derechos Humanos, que entiende la Memoria como un retruécano ocioso de la izquierda, y que no comprende el concepto de Libertad, o ausencia de ella, más allá del concepto de libertad económica, entre otras distorsiones.

Los años han hecho su trabajo, la desidia por revisar nuestro pasado de forma crítica y ponderada a fin de no reiterarlo han dejado su huella. El “dar vuelta la página” sin haberla leído o sacado lecciones de ella, y el “condenar la violencia en todas sus formas” sin entenderla, también. Los pollos están volviendo al gallinero.

Como dijera Roberto Garretón, cuando le damos credenciales de demócratas al fascismo, es poco lo que se puede esperar. La elección de criminales de Lesa Humanidad, como Rosauro Martínez o Cristian Labbé, para cargos de elección popular, no ha sido inocua. Nuestra tolerancia obsecuente al fascismo está regresando a nosotros, legitimada, fuerte, validada y respetada en todos los espacios.

La barbarie a la que llamamos cotidianamente “quiebre institucional inevitable”, está volviendo a nosotros. ¿Qué más podíamos esperar?

*Editorial publicada en la edición 20 de revista Grito

*Foto: Archivo Grito, María Jesús Pueller