“En la mañana del 12 de septiembre de 1973, los comandantes en jefe se constituyeron formalmente como junta de gobierno y nombraron a sus primeros ministros en medio de la urgencia y la sorpresa. Las dos semanas siguientes serían parecidas: la emergencia, en aquellas extensas jornadas, lo podía todo… Incluso permitir la discusión sobre los plazos del nuevo gobierno”.
-La historia Oculta del Régimen Militar, Capítulo 1. Los días del “Poder Total”. Página 8.

El párrafo antes citado, y las palabras que le proceden, podrían constituir, cómodamente, el minuto cero de nuestra historia reciente. Aquella mañana, las ruinas del Palacio de La Moneda aún humeaban ante los cientos de curiosos que se acercaban, cautelosos, al frontis del edificio asolado por el histórico incendio, la autopsia del cadáver del presidente Allende ya había sido realizada en una sala de los pisos superiores del Hospital Militar, y su traslado aéreo a Quintero, para ser enterrado en Valparaíso, ya estaba siendo coordinado por su edecán, el teniente coronel Sergio Badiola.

En Santiago, la niebla del caótico derrocamiento del gobierno de la Unidad Popular pronto comenzaría a disiparse, mientras los despachos de los atribulados comandantes se llenaban de listas de asesores civiles, más que dispuestos a colaborar con el nuevo régimen: Fue un golpe cívico-militar y, por cierto, sería una dictadura cívico militar.

Redacciones más, redacciones menos, si colocásemos este momento como hito inicial de nuestro tiempo, no estaríamos demasiado lejos de una verdad consensuada.

El golpe de Estado es el cisma mayor de nuestra historia. Antes de este, Chile era otro, y pese a que aún nos rodean un puñado de sobrevivientes de hace medio siglo atrás, la mayoría de ellos/as septuagenarios en improbabilidad de estar presentes en el sexagésimo aniversario, en 2033, sus relatos parecen corresponder a otro tiempo, otro país, languideciendo inexorablemente en los entrecejos del tiempo.

¿Éramos otros hace 50 años?, ¿Éramos quizás una versión más simple de nosotros mismos?, ¿Qué se llevó el golpe?

Uno de los debates simbólicos más profundos del Estallido Social, fue el de una comunidad enfrentada a una pregunta fundamental: ¿En qué tiempo vivimos?, ¿Estamos en las postrimerías de la Transición o somos parte de una postdictadura continua, ininterrumpida y, hasta ahora, insuperable?

El origen del debate, parece simple: El tiempo histórico organiza nuestros recuerdos, rescatando los que aún son significativos, sitúa las experiencias que configuran nuestro presente y calibra las expectativas del futuro. Estamos construidos de la argamasa de la aquello que ha quedado fuera del tiempo, en palabras de Schopenhauer, atrapados entre el pasado y el presente.

En este juego, no participa la Memoria, que es una elaboración del pasado que se hace desde hoy. Es una elaboración del pasado, no es el pasado.

El quincuagésimo aniversario del golpe nos vuelve a sumergir en la brecha abierta ese martes 11 de septiembre, y en la que, en gran medida, aún vivimos. Antes de la herida, abierta aún a fuerza de impunidad, entre otros clivajes, éramos otros. Luego de ese martes, no volvimos a ser nosotros, no volvimos a ser los mismos.

*Editorial publicada en la edición 18 de revista Grito

*Foto: María Jesús Pueller (Archivo revista Grito)