La salida del delegado presidencial para la generación del relato oficial de la conmemoración de los cincuenta años del golpe de Estado Cívico-Militar, Patricio Fernández, parece haber adelantado el “debate” respecto al golpe.

En ese marco, es habitual escuchar y leer un término que suele acompañar estas conversas, más allá de la profundidad y densidad conceptual del mismo: Negacionismo. Este concepto, más allá de la exégesis semántica que pudiésemos desarrollar al respecto, es expuesto, generalmente, como toda declaración que busque negar, relativizar y/o justificar tanto el golpe de Estado como los horrores de la dictadura, los crímenes de la tiranía, las desapariciones forzadas, etc.

Absteniéndose por un momento de seguir gozando de la generosidad de nuestro idioma, que permite el surgimiento de sendas barbaridades como conceptos o ideas que supuestamente merecerían atención, nos hacemos la pregunta: ¿Podemos reunir todas estas acciones bajo el concepto de negacionismo?, no.

Justificar los horrores del golpe y la dictadura, no es negacionismo. Tener ideas conniventes con las que movilizaron a las fuerzas cívico militares a derrocar al presidente Allende no es negacionismo, es fascismo. Es persistir en motivaciones que aún están presentes en nuestro discurso común, y que disfrutan de los amplios espacios de relativismo moral empatado que constituyen el verdadero legado político de la Transición.

Entender que el dolor de las más de mil familias que a medio siglo del golpe aún no conocen el destino de sus familiares está justificado, no es negacionismo, es una bajeza moral que no debiese ser permitida en nuestro espacio democrático. Apelar a la falacia de los “éxitos económicos” del régimen cívico-militar, latamente desmentidos en decenas de textos de estudio, no es negacionismo, es una ausencia absoluta de cualquier brújula ética.

Justificar con orgullo los crímenes del régimen no es negarlos, es haber estado, o estar, de acuerdo con ellos, es entender que hay personas que, simplemente, no merecen vivir.

No todo es negacionismo, mucho de lo que nos rodea es el aullido de la jauría que aún hiede, sanguinolenta, entre nosotros.

*Publicado en la edición N°21