Por Maximiliano Sepúlveda

Publicado en Revista Grito

Imágenes gentileza de Andrea Fuentes

En un ensayo publicado el pasado 21 de marzo en el diario El País de España, el filósofo y académico coreano-alemán Byung-Chul Han, llamó a revisar radicalmente nuestro modo de vida en medio de la pandemia que ha inundado todos los aspectos de nuestro quehacer desde hace más de un año.

En el texto, asegura que “el virus (del Covid-19) es un espejo que refleja la crisis de nuestra sociedad, haciendo que resalten con aún más fuerza los síntomas de las enfermedades que esta padecía antes de la pandemia”.

En 2011, el autor publicó un trabajo llamado La Sociedad del Cansancio, donde describe esta especial fatiga como una enfermedad de la sociedad neoliberal del rendimiento: “Nos explotamos voluntaria y apasionadamente creyendo que nos estamos realizando. Lo que nos agota no es una coerción externa, sino el imperativo interior de tener que rendir cada vez más. Nos matamos a realizarnos y optimizarnos, nos machacamos a base de rendir bien y de dar buena imagen. En la sociedad neoliberal del rendimiento se lleva a cabo una explotación sin autoridad. El sujeto, forzado a rendir, a explotarse a sí mismo. Es, a la vez, amo y esclavo… todos llevamos nuestro propio campo de trabajos forzados”.

Esta idea, que ha adquirido renovada vigencia en tiempos de pandemia, supera a la del sujeto obediente y disciplinado de Focault en Vigilar y Castigar ya que, en la explotación voluntaria del neoliberalismo moderno, todos parecemos ser nuestro propio panóptico.

Este último punto, relacionado directamente con la vinculación existente entre la autoexplotación y la “buena imagen”, se enlaza con la idea de Lacan respecto a la histeria no como un síntoma, sino como una forma de subjetividad e interacción con el entorno. Así, vivimos presos del juicio de los demás no solo en lo referido a lo laboral y familiar, sino además en la debida corrección política que debemos guardar celosamente, so pena de sufrir los rigores del juicio en redes sociales, por ejemplo.

El Teletrabajo y el “modo” laboral 24/7

Investigaciones realizadas en los últimos meses, y cuyos resultados aún son preliminares, entregan nociones de que el teletrabajo, violentamente masificado en las capas profesionales y en algunas áreas de venta y servicios, cansaría aún más que el “tradicional”, debido a  que carece de rituales y estructuras temporales fijas.

Para Byung-Chul Han, los rituales propios de la vida social, dentro de los cuales, por supuesto se encuentran los que se suscitan en el ámbito laboral, generan lo que se denomina “comunidad sin comunicación”, donde las personas se agrupan en torno a intereses o subjetividades comunes sin necesidad de verbalización que dé cuenta del vínculo existente. Es el vínculo por el vínculo, que no requiere un intercambio permanente de información verbalizada.

Hoy, sin embargo, estaríamos frente a una comunicación sin comunidad, donde solo se intercambian mensajes sin contenido ni sentido gregario, como mera expresión de identidad, ego o autoafirmación. Al respecto, Hal afirma que “Los medios sociales y la permanente escenificación del Ego nos agotan porque destruyen el tejido social y la comunidad”.

La salud y la supervivencia Vs. el bienestar y la felicidad

Resulta obvio, y hasta comprensible y razonable, que la situación sanitaria global haya generado una justificada “histeria” por la Salud. Así, la vida y la lucha por sobrevivir, han igualado nuestro estado neuro emocional al que adquirimos en tiempos de guerra. El “culto” a la vida sana, los cánones de belleza y el prolongar la vida alcanzan una dimensión patológica con la pandemia.

La contingencia obliga a la sociedad a convertir la Salud en el objetivo supremo de la humanidad, lo que hace perder, o posponer irremediablemente, la capacidad de valorar la calidad de vida. Esto último tendría un efecto devastador sobre la ya desatada crisis de salud mental que afecta a la mayoría de las sociedades desarrolladas.

En La Sociedad del Cansancio, Hal indica que “Toda época tiene una enfermedad referencial. Ya pasamos la época bacterial, con los avances en asepsia y antibióticos, la viral, con la inmunología. Hoy, estamos en el apogeo de la era de la patología neuronal. Pronto, tendremos suficientes vacunas contra el virus, pero no contra la pandemia de la depresión, la autoexplotación y la sensación de fracaso que nos invade cuando no cumplimos con nuestras metas autoimpuestas”.

Slavoj Zîzêk y la “nueva barbarie”

En su contingente libro ¡Pandemia! de 2020, el pensador esloveno sentencia sin ambages que no habrá vuelta a la normalidad, que la “nueva normalidad” deberá se construida “sobre las cenizas de nuestras viejas vidas”.

Más adelante, Zîzêk responsabiliza a la crisis estructural de confianza en las instituciones, cuya manifestación material va desde las teorías conspirativas hasta los neonazismos europeos: “Debería haber más de una voz en una sociedad saludable. El control estatal en si mismo diluye la confianza y crea rumores de conspiraciones. Solo la confianza mutua entre la gente común y el Estado puede hacer que las cosas resulten. Evidentemente no existe una forma fácil de separar la buena libertad de expresión de los malos rumores o fake news ”.

Sobre las perspectivas de salida a la más que probable crisis económica global que dejará la pandemia, el filósofo esloveno indica que, ante la constatación de que los mecanismos tradicionales del mercado no sirven o no bastan para sortear este momento, será necesario considerar medidas que muchas personas, especialmente de los ´70 y ´80, considerarán sencillamente comunismo, como la coordinación entre producción y distribución de bienes y servicios fuera de las lógicas de mercado.

Adentrándose en la naturaleza del trabajo en tiempos pandémicos, Zîzêk hace hincapié en la paradoja de que nuestras sociedades mantienen a un número considerable de personas trabajando más allá de la extenuación, especialmente en el área de la Salud, los servicios y las plataformas de delivery, mientras millones de trabajadores permanecen encerrados en sus hogares, ya sea en teletrabajo o bajo una suerte de “inmovilidad forzada”, también agotadora.

Respecto a la autoexplotación, Zîzêk, admirador confeso de La Sociedad del Cansancio de Byung-Chul Han, cita al académico del origen coreano para insistir en el concepto de autoexplotación neoliberal: “Impulsados por la autoexigencia de perseverar y no fallar, así como en la eterna ambición de la eficiencia, nos convertimos en ejecutados y verdugos simultáneamente, y entramos en un remolino de autoexplotación y colapso. Cuando la producción es inmaterial, cada uno ya es dueño de los medios de producción”. En esta lógica, el neoliberalismo ya no es un sistema de clases en el sentido estricto, no consiste en estratos que muestran antagonismo mutuo, esto explicaría la estabilidad del sistema. Hoy en día, todo el mundo es un trabajador autoexplotado en su empresa. Los individuos se han convertido en sujetos de logro.

Zîzêk señala que la pandemia puede ser leída como una versión invertida de “La Guerra de los Mundos”, de H.G Wells, donde los, en apariencia invencibles marcianos, son vencidos súbitamente por un patógeno para el que no tenían inmunidad. La historia, se dice, está basada en una conversación entre Wells y su hermano, donde éste le cuenta respecto a los estragos que los invasores británicos provocaron en Tasmania, estado insular frente a la costa sur de Australia.

Tal vez las epidemias y pestes que nos amenazan deberán ser tratadas como una versión inversa de La Guerra de los Mundos, donde el invasor marciano somos nosotros mismos, que consumimos y arrasamos la vida en la tierra, y luego de que todos los avanzados objetos que hemos creado han fracasado en detener a los invasores, -nosotros mismos, ahora nosotros, y los pilares de nuestra vida en sociedad-, están siendo desbaratados no por un arma, sino por un virus que se reproduce a ciegas y muta de forma impredecible.