El estallido social de 18 de octubre dejó un “legado” tan innegable como falto de épica: Un cúmulo de organizaciones y colectivos que nacieron al alero de las manifestaciones tanto en Dignidad como en el resto del país, y terminaron consumidas en celos y divisiones, candidaturas presidenciales fallidas con el correspondiente espectáculo mediático, y probablemente el cénit del asunto: Un convencional electo que inventó una enfermedad y desarrolló un personaje ficticio llegando a la Convención con alta votación, incluso siendo propuesto para la Vicepresidencia de la misma.

De todo esto y más, hablamos con el Doctor en Filosofía Política y Moral de la Universidad de Chile, Felipe Berríos Ayala.

¿Cuál es tu visión respecto a la fugacidad de las algunas organizaciones políticas que surgen al alero de la Revuelta?

En primer lugar, es claro que hay una gran diferencia entre una organización que sea representativa del Estallido y una que se vea a sí misma como representativa. Una organización realmente representativa del Estallido no sólo debiese ser capaz de interpretar la espontaneidad del mismo, lo que ya es muy difícil, sino que además debiese poder alcanzar transversalidad ya que, nos guste o no, el Estallido es un lugar donde no sólo se encontraron sectores populares, que además podrían constituir la expresión más radicalizada, sino que además hay expresiones de lo que se denominó capas medias, sectores profesionales precarizados, a eso me refiero a la transversalidad socioeconómica y cultural. La Lista del Pueblo no necesariamente representaba eso. A partir de ahí podemos determinar que hay un sector que se siente representativo, pero probablemente no lo sea.

Existe por otra parte una pérdida del esquema representacional en su conjunto, representado mayormente por la crisis de los partidos políticos, pero es el modelo de representación el que está en cuestión, la relación entre el individuo y el partido político.

En el caso de la Lista del Pueblo, la critica general al concepto de partido político hizo que la posibilidad de adquirir ese ordenamiento se descartara inmediatamente, pero no hay que olvidar que una estructura de partido dota de cierta capacidad de tener o desarrollar prioridades centrales que, independiente del modo en el que resuelvan internamente, le dan un sentido más o menos global al conjunto de sus acciones. Y el hecho de que la prioridad haya estado en la crítica a la estructura de partido y no a construir una relación entre el individuo y el partido, hace que muy rápidamente se comience a fisurar, porque cuando no tienes focos consensuados o debidamente sancionadas internamente, o al menos una pequeña claridad aunque sea cortoplacista respecto al rol político que jugará esta organización, en este caso en el ámbito constituyente que donde entraron, es evidente que la predominancia queda en posturas individuales.

Adicional a esto, está también el valor per se que se le ha dado al “independiente”. Y uno se pregunta: ¿independiente de qué?, ¿De la sujeción a un partido político tradicional?, o es independiente absoluto, en cuyo caso su voluntad tampoco responde a un acuerdo colectivo, sino que más bien pesa el criterio personal, y eso le quita peso político.

Además, el problema de los partidos políticos tradicionales no parece ser su estructura, la que se puede modificar, planteándose quizás la posibilidad de lógicas más horizontales que los re legitimen, al menos en la interna. El problema es el apego de la estructura del partido a la funcionalidad que entrega en su relación con el poder, y no al ámbito político como intermediador entre el Estado y los individuos. El anquilosamiento en las estructuras de poder generó no sólo un clientelismo fuera de los márgenes del partido, sino que también hacia adentro dentro de las tendencias que buscan mantener capturados espacios de poder.

El problema medular más denso de los partidos políticos chilenos, al menos desde los ´90, es que su estructura no puede ser comprendida al margen de la cultura neoliberal instalada en Chile. Los partidos políticos son una empresa, y se manejan internamente con criterios de management, eficacia, Etc. Y en la interna se generan bolsas de trabajo para militantes.

Eso es connatural a la racionalidad neoliberal que se instala en Chile. Esto es un fenómeno poco analizado. Cuando hablamos de neoliberalismo habitualmente lo hacemos para referirnos al modelo económico o a la forma como se organizan las prioridades en la sociedad, donde la mayoría de las actividades son un bien de consumo, etc. Pero hay otra arista que tiene que ver con la profundidad con la que el neoliberalismo se instala en la sociedad chilena, donde la política como mera administración es parte de esa racionalidad neoliberal.

Como diría (Jacques) Rancière, en la “post-política” los gobiernos de técnicos o expertos tienen un valor superlativo. Son esquemas donde la política no tiene ninguna finalidad, sólo importa el cómo es funcional a una determinada reproducción de cadena, incluso laboral. Me parece que la crisis tiene que ver con eso, con qué representa el partido, qué representa un determinado candidato.

En el caso de las organizaciones que surgen post-estallido, hay un ingreso inmediato a la política electoral, y eso agrega un elemento decisivo y complejo, no porque la política electoral tenga algo de malo o cuestionable en sí misma, sino porque uno tendería a pensar que en un contexto como el del Estallido Social, y sus contextos derivados, el tema de la política electoral es un momento de llegada para una fuerza que se va organizando paulatinamente luego de un proceso de organización que intenta sistematizar o dar forma de proyecto político al fenómeno de la Revuelta. Aunque a uno lo podrían tildar de tradicionalista o muy siglo XX, por representarlo de esa manera.

Por lo tanto, improvisando una respuesta, debiese bastar con colocar encima de la mesa las demandas del Estallido, sin mediación u organización previa como escudo frente a la escena electoral, y eso no funcionó así. Hubo un sector que venía con la “venia” de aquellos sectores que instalaron las demandas, pero esa falta de organización y orden, especialmente frente al adversario político, permite que los individuos pongan por encima de cuestiones colectivas el criterio personal, lo que puede ser muy legítimo en otro orden de cosas, pero no para construir una organización política. 

Lo de Rojas Vade es muy representativo de eso. Nunca lo he visto como esta figura endemoniada del tipo mentiroso porque si. Hay algo que me llama la atención: una persona que sabe que trae una determinada falencia -en este caso mentir y esconder algo-, pero que no piensa que cuando él caiga, va a afectar a todo el colectivo. Si no piensa en eso, y en los costos políticos que pueda tener para el colectivo, creo que no es por mero egoísmo, creo que eso expresa que ese individuo es un hijo del neoliberalismo, donde culturalmente el individuo predomina sobre el colectivo. Aunque no sea de mala fe, es algo que sucede de facto.

Por eso insisto en que la profundidad de la cultura neoliberal en nuestro país es algo a lo que le hemos dado poca vuelta.

En conclusión, podría decir que estamos en una suerte de movimiento tectónico donde no vamos a ver la conformación definitiva del momento político en el corto plazo. En ese sentido, la cultura neoliberal no es un asunto meramente declarativo, sino que tiene que ver con la experiencia y la exposición del sujeto en la esfera pública.

¿Cuál es tu visión respecto a un momento electoral donde es tan rentable hacer campaña con atributos personales por sobre un proyecto político, y donde los ánimos ultraconservadores parecen tomar renovados bríos?

Post estallido ocurre dos fenómenos que no son nuevos: La crisis migratoria genera una alborada de nacionalismos, fascismos y nazismos de ultraderecha, y en países que han vivido agudas crisis sociales como el nuestro, se levantan enérgicos movimientos de restauración conservadora.

Por otra parte, el fenómeno de la campaña con atributos personales es algo que podríamos revisar desde el 2000 hacia adelante, donde incluso se planteaba el fin de las ideologías, lo que ya es bastante ideológico como declaración. Es una paradoja que pasaba colada. Planteaba el fin del metarelato y de un proyecto político anclado en una lógica histórica. Desde ese momento la política se convierte en un supermercado, donde los candidatos son productos, y lo que se revisa son los beneficios que podría traerte el producto y no la trayectoria hacia donde apunta. Eso se acrecienta hacia los 2000, y concurre otro fenómeno que es la aparición de la red social, donde lo que se promete al principio era la comunidad (aldea) global. Y es paradojal es que más que la aparición de grandes redes comunitarias, lo que surge es la exacerbación del individuo. Entonces si la red social es una escena política, la exacerbación de lo individual debiese ser el eje de la acción, por lo explicado anteriormente, y por ende la desaparición de lo colectivo, lo subjetivo, lo histórico, y la posibilidad de horizontes colectivos y mancomunados.

Esta incidencia, que además afecta a generaciones que conocen la política a través de esta interacción virtual, podría más o menos encontrar herramientas para explicarlo: En este esquema lo político está reducido al individuo, por tanto, la “figura biográfica” que en este caso reemplaza al proyecto político. Cuál es el mejor ejemplo de supervivencia. Lo anterior es muy significativo y no lo transparentamos lo suficiente. El estado de las cosas ha llegado a tal deterioro y precariedad, por lo que nos queda es pensar en el mejor ejemplo de sobrevivencia, y eso nos hace sobrevalorar el aspecto biográfico por sobre el aspecto inmediatamente político.

Ahora, dentro de esos materiales para construir una explicación. Uno de ellos podría ser lo que se denomina “micropolítica”, que es la actividad que reacciona a la cotidianidad, construida sobre un individuo que parece estar siempre a la defensiva respecto de lo que le rodea, y esto contribuye a la rearticulación del neoconservadurismo o a las políticas más cercanas al fascismo, ya que ese dispositivo ideológico tiene una facilidad que otros dispositivos no tienen, que es el reduccionismo respecto a las cuestiones más inmediatas y directas. Bajo este reduccionismo caben familia, propiedad y libertad. Y el pragmatismo que caracteriza el discurso de estos sectores es más seductor para aquellos individuos que están en permanente estado de sobrevivencia.

Lo que es paradojal es que esta exacerbación de lo biográfico sigue siendo materia de una discusión de marketing, que se resuelve a través de la venta, donde dejas de vender la expectativa del futuro, para empezar a vender la expectación del presente, del día a día. El liderazgo ya no está en quien te va a proponer una expectativa sino en quien te va a entregar elementos, o meros dispositivos, para afrontar una realidad diaria donde los ejes familia, propiedad y seguridad puedan estar en cuestión. Eso es lo preocupante de las posturas neoconservadoras, la facilidad con la que llegan a esos discursos-solución.

¿Cuál es el futuro de este esquema?

Estamos en un momento de cambios tectónicos. En los que el discurso biográfico, esta venta de la carencia individual tiene todavía una cierta holgura en el campo representacional.

Se instaló con bastante precisión a mediados de los ´90, cuando comenzaron los discursos de “La gente no vota por partidos, vota por personas”. Se exacerba ese carácter de persona o individuo. Ya casi no importa el carácter del individuo, sino de qué carece, cuál fue el obstáculo que debió sortear. Una versión criolla del sueño americano. Es claro que los sectores o sensibilidades más progresistas están recién cuajando una comprensión mas moderna o actualizada de los fenómenos sociales. El fenómeno del feminismo y las minorías sexuales vienen a alimentar de forma muy potente la mirada crítica que debemos tener respecto a la sociedad y sus complejidades, y una reconstrucción del horizonte político. Ese periodo aún está en trance.

Yo creo que concluye lo que Sloterdijk plantea en el ensayo de 1983 “Crítica a la razón cínica”, donde dice que vivimos en la época del duelo del humanismo. Sabemos que esa tierra prometida no está aquí, y que es una nueva forma de idealizar el horizonte, pero no obstante, no podemos vivir enfrentando la mera cotidianidad en ausencia de algún horizonte posible porque es sería vivir enfrentando la nada misma. Entonces aparece este “como si”, que es una actualización del cinismo en filosofía. Aunque es un texto de 1983 creo que muchos de nosotros estamos en ese trance melancólico, añorando una universalidad ausente en esta superposición de la individualidad. Hay un tránsito en estas cuestiones y en términos políticos es importante tener claro que todo esfuerzo de conducción que tenga como base la mera biografía no va a resistir ningún esquema representacional tampoco, por tanto es probable que tengamos que agudizar la experiencia vivida con la Lista del Pueblo, incluso aún más, para caer en cuenta de que se requiere una re institución o recomposición de una perspectiva colectiva e ideológica que se superponga a este ánimo individual.

Vivimos en una sociedad con mucho miedo a hablar de la cuestión ideológica, pese a que todo discurso es ideológico. Me parece que hay un tránsito que recién comienza con profundidades que aún no logramos medir. Vivimos un proceso de transformaciones que está en curso, y no sabemos qué forma va a tomar la resistencia política colectiva por sobre esta institucionalización de lo individual. Chile requiere un golpe aún más patente de caída de la escena meramente individual. Es un proyecto con fecha de caducidad.

En términos de gran relato, el Estallido Social nos trajo esta idea de que podemos avanzar un paso significativo hacia una sociedad post-neoliberal. El punto es que ese paso lo estamos dando en una cultura neoliberal. Entonces deberán producirse una serie de contradicciones internas. La propia idea del individuo, tan anquilosada. Como dice Byung-Hal, ya no soy un explotado, soy un auto-explotado, es un cambio de la noción del individuo frente al mundo, frente a la política. Aún hay muchos conglomerados, incluso progresistas que inician su análisis con la síntesis costo-beneficio.

El porvenir tiene que ver con la capacidad que tengamos de consolidar este tránsito hacia un modelo post-neoliberal. Hoy día va estar puesto el ojo en los derechos sociales o el ensanchamiento de la comprensión del derecho humano, entonces cuando ponemos el tema del agua, pongámoslo como un derecho humano, no de propiedad o de consumo. Y eso puede darse en cierta claridad en estos ámbitos, pero en otros, como el de las libertades individuales, va a ser mucho más difícil. Hay una racionalidad per se en el individuo que está dispuesto a colectivizar parte de su temporalidad y su vida. Ese es el desafío más profundo y complejo