Este mes de julio culminó el trabajo de la Convención Constitucional, con el hito de la entrega de la propuesta de la nueva Constitución Política de la República que será sometida a plebiscito el próximo 4 de septiembre. Como ya se sabe, el trabajo de la Convención, ya disuelta, terminó en su epilogo con la articulación de tres comisiones “finales”: Normas Transitorias, Armonización, y Preámbulo.

Fue en esta última donde se dio un debate especialmente interesante. Todos los textos, declaraciones y constituciones modernas tienen un párrafo introductorio que busca explicar a las generaciones venideras el origen del nuevo cuerpo normativo, y las circunstancias que dieron lugar al inicio de su debate. En resumen, buscan ilustrar al lector del futuro respecto a cómo y por qué la sociedad en la que vive comenzó a hacerse las preguntas que el texto que tiene frente a sus ojos buscó responder.

El fin del debate respecto al texto de preámbulo de la propuesta terminó con un detalle que no pasó inadvertido: La completa eliminación del Estallido Social como hito iniciático del proceso constitucional que vive el país.

A partir de este hecho, se abren dos aristas a considerar. La primera es que la ausencia del Estallido en el preámbulo de la propuesta hace que el origen sociopolítico de la misma resida exclusivamente en el acuerdo partidario del 15 de noviembre, y no en el Estallido Social del 18 de octubre, con todo lo que ello implica.

La segunda, quizás más abstracta, está relacionada con el destino simbólico del Estallido Social. Al salir del Preámbulo, el 18 de octubre queda marginado de la historia oficial, Pero: ¿Qué significa eso? ¿Estaba destinado el Estallido a formar parte de un panteón de efemérides junto a hitos como la Batalla de Maipú, o el Combate Naval de Iquique?

¿Será el 18 de octubre un hecho histórico? ¿Queremos que lo sea? ¿Debía ser petrificado como un insecto prehistórico eternizado en ámbar en el preámbulo de la eventual nueva Constitución? ¿O se le debe dejar en paz latiendo bajo los adoquines y aceras, en los muros de los barrios y el rumor de las esquinas?

¿Brotará o madurará en la conciencia política de las nuevas generaciones que fueron los partidos políticos los que derrotaron el “caos” y re enrielaron la democracia, o lo considerarán no más que un intento pueril, -uno más-, por escribir la historia con tinta rosa como la imagen de una dictadura derrotada mediante una línea hecha con lápiz grafito en el voto del plebiscito de 1988, tan reduccionista como inverosímil?

Sólo el tiempo dirá si la expulsión del Estallido del primer texto con aspiraciones históricas escrito tras su ocurrencia es el punto de partida al ostracismo, o el primer paso para que crezca libre. Quizás, no deba correr la misma suerte que el 11 de septiembre, entregado a la taxidermia de las Ciencias Sociales en exhumación anual, para deleite de columnistas y twitteros.

Quizás deba seguir su propio destino, tanto en las calles como dentro de cada uno de nosotros.

*Editorial publicada en la edición 13 de revista Grito

*Foto: Archivo revista Grito